Ayer murió Manuel Martinez,el que fuera presidente de la AAVV de Sant Martí de Provençals,barrio en el que vivo desde hace años y con el que tenia una muy buena relacción. Un dia triste,morir a los 73 años de un cancer fulminante no es del agrado de nadie.Y mas cuando se trata de un hombre tan luchador como Martinez,artifice de muchas de las mejoras del barrio. Desde aqui mi mas sentido pésame a su familia y un recuerdo de alguien que luchó hasta el último momento de su vida.
Como anecdota ahí van unas fotos para el recuerdo,una de ellas,la mas curiosa es la de la 1ª asamblea clandestina de CCOO en la parroquia de Sant Medir (Barcelona 1976) el se encargó de la organización del acto y de la confección de esa pancarta en el escenario (bueno,mas bien el altar)
Para situar esa foto corto y pego un articulo de El Pais ya que hace poco fué el aniversario de ese acto
Descansa en paz,Manuel
Que la tierra te sea leve compañero
Manuel Martinez es ese de ahi de la derecha,con la patilla a lo Fary
Como anecdota ahí van unas fotos para el recuerdo,una de ellas,la mas curiosa es la de la 1ª asamblea clandestina de CCOO en la parroquia de Sant Medir (Barcelona 1976) el se encargó de la organización del acto y de la confección de esa pancarta en el escenario (bueno,mas bien el altar)
Para situar esa foto corto y pego un articulo de El Pais ya que hace poco fué el aniversario de ese acto
Descansa en paz,Manuel
Que la tierra te sea leve compañero
Manuel Martinez es ese de ahi de la derecha,con la patilla a lo Fary
Sant Medir, 25 años de libertad sindical
En 1976, 700 delegados de CCOO eludieron a los 'grises' y celebraron en Barcelona su asamblea constituyente
La policía barcelonesa estaba alertada de que algo gordo se cocía en
una parroquia barcelonesa aquel caluroso julio de 1976 y procedió al registro
de unas cuantas iglesias entre las que afortunadamente no se encontraba
la de Sant Medir. El teatrillo de esta parroquia, de la que era titular
Mosén Vidal, fue elegido por los dirigentes de CC OO para
acoger alrededor de un millar de sindicalistas venidos clandestinamente
de toda España, para asistir al acto en el que se sentaron las bases
del nacimiento formal del sindicato más combativo durante el franquismo.
Veinticinco años atrás había que armarse de valor para participar en una reunión tan significada, que acabó celebrándose en Barcelona para zafarse del cerco de los grises en Madrid en torno al líder Marcelino Camacho y a otros miembros de la cúpula de la organización sindical más temida por el régimen. Se trataba de aprovechar la coyuntura de cierta tolerancia que empezaba a respirarse en Cataluña. El temor a que la jornada histórica acabara con detenciones masivas indujo a los organizadores a inclinarse por Barcelona y reducir a 10 horas la asamblea general, que inicialmente se había pensado que durara tres días. Demasiada brevedad para unos hombres que llevaban 40 años aguardando la libertad sindical y política por la que perdieron la vida centenares de compañeros y otros muchos seguían encarcelados. El responsable de organizar el evento, de la seguridad y de las relaciones con la prensa fue el sindicalista del textil Manuel Martínez, quien recuerda, como si fuera de ayer, hasta el más mínimo detalle.
Aquel 11 de julio de 1976 se metieron con calzador un millar de personas en la parroquia. Ni las altas temperaturas que animaron a muchos asistentes a quitarse la camisa, ni el riesgo que corrían tentaron a nadie a marchar. Todos deseaban oír a Marcelino Camacho y al joven Nicolás Sartorius, que empezaba a granjearse fama de lumbrera. El moderador era el dirigente comunista Cipriano García, que un año más tarde, en las primeras elecciones democráticas, daría cara al PSUC con el famoso cartel que rezaba: 'Mis manos, mi capital'.
En las horas previas a la asamblea fueron llegando delegaciones de toda España. Nadie se explica todavía como la policía no se percató de la llegada de 700 delegados. Las representaciones más numerosas eran las de Andalucía y Castilla. La contraseña era llevar la revista Derecho social, que editaba el grupo de abogados laboralistas madrileños y que dedicó su portada a los detenidos del Proceso 1001. Manuel Martínez recuerda ahora que para reconocer a los compañeros recién llegados no hacía falta fijarse en la revista, 'bastaba con mirarles, con sus barbas, sus patillas, la indumentaria y hasta sus andares'. Tras los saludos pertinentes las delegaciones más numerosas, integradas por 60 o incluso 80 personas, se movían en grupo.
Al recuerda los detalles, Martínez no puede evitar exclamar: 'Tuvimos suerte de que no nos detuvieran, ¡cuántas imprudencias cometimos!'. El veterano sindicalista que sustituyó en la organización del acto a Armando Varó, debido a los frecuentes desplazamientos de éste, guarda como oro en paño las únicas fotografías que se conservan de la asamblea, en las que él mismo aparece a la derecha, tomadas por un periodista de la televisión alemana, la única autorizada a asistir. Por motivos de seguridad no se avisó a los medios de comunicación barceloneses, con la única excepción del periodista Xavier Vinader de Mundo Diario.
En un tiempo en el que el arrojo personal se medía por los despidos, las detenciones y los meses pasados en la cárcel, no es de extrañar que durante 10 horas a nadie se le ocurriera proponer parar ni para comer. A la mayoría les bastaba oír las voces de algunos de los hombres más odiados por el régimen para olvidarse de las estrecheces y del calor intenso.Cuando Marcelino Camacho arrancó hablando de 'las decenas de miles de despedidos y encarcelados, además de los compañeros que perdieron la vida en el empeño como el tributo que nos ha tocado pagar a CC OO' no se oía ni una mosca. Al acabar su intervención parecía que el teatrillo se venía abajo con los gritos de las consignas políticas que exigían aministía y libertad. Nicolás Sartorius fue el encargado de informar sobre la situación socio-política del país y de lo que él definía como 'una economía a la deriva que ningún gobierno fascista podrá enderezar jamás'.
El histórico acto en el que se llegó al acuerdo de avanzar hacia el proceso constituyente del sindicato, costó a los organizadores 1.000 pesetas, que se emplearon en pintura para las pancartas y algunos desplazamientos. La tela de las pancartas salió gratis porque una tienda de retales la regaló al decirles que eran para la AA VV del barrio. La cantidad que ahora parece insignificante no se lo pareció entonces tanto a Manuel Martínez, que la pagó de su bolsillo en un momento en el que estaba en paro.
El actual presidente de la AA VV de Sant Martí, Manuel Martínez, aún recuerda el vuelco que le dio el corazón cuando iba a encontrarse con la delegación de Poblenou y vio varias furgonetas de grises aparcadas en el lugar de la cita. Cuenta que se le nubló la vista pensando que los habían detenido a todos. Unos metros más adelante respiró aliviado al encontrar a sus compañeros y constatar que el despliegue policial se debía a que los trabajadores de Motor Ibérica hacían huelga.
De los actos conmemorativos del 25 aniversario los más emotivos serán sin duda los que tendrán lugar en la iglesia del Pi porque Mosén Vidal está ahora en esta parroquia. Quieren agradecerle la ayuda prestada entonces al movimiento obrero. No es casual que fuera este sacerdote -que tan buenos servicios prestó a la lucha antifranquista- el que hace unos meses abrió su parroquia a centenares de inmigrantes, que se encerraron allí para exigir su regularización.
Veinticinco años atrás había que armarse de valor para participar en una reunión tan significada, que acabó celebrándose en Barcelona para zafarse del cerco de los grises en Madrid en torno al líder Marcelino Camacho y a otros miembros de la cúpula de la organización sindical más temida por el régimen. Se trataba de aprovechar la coyuntura de cierta tolerancia que empezaba a respirarse en Cataluña. El temor a que la jornada histórica acabara con detenciones masivas indujo a los organizadores a inclinarse por Barcelona y reducir a 10 horas la asamblea general, que inicialmente se había pensado que durara tres días. Demasiada brevedad para unos hombres que llevaban 40 años aguardando la libertad sindical y política por la que perdieron la vida centenares de compañeros y otros muchos seguían encarcelados. El responsable de organizar el evento, de la seguridad y de las relaciones con la prensa fue el sindicalista del textil Manuel Martínez, quien recuerda, como si fuera de ayer, hasta el más mínimo detalle.
Aquel 11 de julio de 1976 se metieron con calzador un millar de personas en la parroquia. Ni las altas temperaturas que animaron a muchos asistentes a quitarse la camisa, ni el riesgo que corrían tentaron a nadie a marchar. Todos deseaban oír a Marcelino Camacho y al joven Nicolás Sartorius, que empezaba a granjearse fama de lumbrera. El moderador era el dirigente comunista Cipriano García, que un año más tarde, en las primeras elecciones democráticas, daría cara al PSUC con el famoso cartel que rezaba: 'Mis manos, mi capital'.
En las horas previas a la asamblea fueron llegando delegaciones de toda España. Nadie se explica todavía como la policía no se percató de la llegada de 700 delegados. Las representaciones más numerosas eran las de Andalucía y Castilla. La contraseña era llevar la revista Derecho social, que editaba el grupo de abogados laboralistas madrileños y que dedicó su portada a los detenidos del Proceso 1001. Manuel Martínez recuerda ahora que para reconocer a los compañeros recién llegados no hacía falta fijarse en la revista, 'bastaba con mirarles, con sus barbas, sus patillas, la indumentaria y hasta sus andares'. Tras los saludos pertinentes las delegaciones más numerosas, integradas por 60 o incluso 80 personas, se movían en grupo.
Al recuerda los detalles, Martínez no puede evitar exclamar: 'Tuvimos suerte de que no nos detuvieran, ¡cuántas imprudencias cometimos!'. El veterano sindicalista que sustituyó en la organización del acto a Armando Varó, debido a los frecuentes desplazamientos de éste, guarda como oro en paño las únicas fotografías que se conservan de la asamblea, en las que él mismo aparece a la derecha, tomadas por un periodista de la televisión alemana, la única autorizada a asistir. Por motivos de seguridad no se avisó a los medios de comunicación barceloneses, con la única excepción del periodista Xavier Vinader de Mundo Diario.
En un tiempo en el que el arrojo personal se medía por los despidos, las detenciones y los meses pasados en la cárcel, no es de extrañar que durante 10 horas a nadie se le ocurriera proponer parar ni para comer. A la mayoría les bastaba oír las voces de algunos de los hombres más odiados por el régimen para olvidarse de las estrecheces y del calor intenso.Cuando Marcelino Camacho arrancó hablando de 'las decenas de miles de despedidos y encarcelados, además de los compañeros que perdieron la vida en el empeño como el tributo que nos ha tocado pagar a CC OO' no se oía ni una mosca. Al acabar su intervención parecía que el teatrillo se venía abajo con los gritos de las consignas políticas que exigían aministía y libertad. Nicolás Sartorius fue el encargado de informar sobre la situación socio-política del país y de lo que él definía como 'una economía a la deriva que ningún gobierno fascista podrá enderezar jamás'.
El histórico acto en el que se llegó al acuerdo de avanzar hacia el proceso constituyente del sindicato, costó a los organizadores 1.000 pesetas, que se emplearon en pintura para las pancartas y algunos desplazamientos. La tela de las pancartas salió gratis porque una tienda de retales la regaló al decirles que eran para la AA VV del barrio. La cantidad que ahora parece insignificante no se lo pareció entonces tanto a Manuel Martínez, que la pagó de su bolsillo en un momento en el que estaba en paro.
El actual presidente de la AA VV de Sant Martí, Manuel Martínez, aún recuerda el vuelco que le dio el corazón cuando iba a encontrarse con la delegación de Poblenou y vio varias furgonetas de grises aparcadas en el lugar de la cita. Cuenta que se le nubló la vista pensando que los habían detenido a todos. Unos metros más adelante respiró aliviado al encontrar a sus compañeros y constatar que el despliegue policial se debía a que los trabajadores de Motor Ibérica hacían huelga.
De los actos conmemorativos del 25 aniversario los más emotivos serán sin duda los que tendrán lugar en la iglesia del Pi porque Mosén Vidal está ahora en esta parroquia. Quieren agradecerle la ayuda prestada entonces al movimiento obrero. No es casual que fuera este sacerdote -que tan buenos servicios prestó a la lucha antifranquista- el que hace unos meses abrió su parroquia a centenares de inmigrantes, que se encerraron allí para exigir su regularización.
2 comentarios:
si transmites su historia sigue vivo.
Sus ideales seguro q siguen vivos. Gracias
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